Las carreras del futuro nos requieren emocionalmente desarrollados, hábiles y sólidos. Esta es la función que, de momento, no podrá mecanizarse en ningún puesto de trabajo.
Existen varias estrategias útiles a la hora de fomentar la inteligencia emocional de los alumnos desde la escuela, aunque valoremos que el desarrollo emocional del niño tiene otros espacios de construcción ajenos a ella (principalmente, la familia).
Estas 7 ideas se pueden aplicar en el aula, apoyándose con la ayuda de mobiliario versátil, independientemente de la edad de los estudiantes:
ASAMBLEA DE LA CLASE:
El formato de la asamblea, con una disposición en círculo que permita el contacto visual y el trato de igual a igual, es una fantástica herramienta para que los alumnos pueden expresar cómo se sienten, resolver conflictos mediante el diálogo, reconocer los méritos de sus compañeros y sentirse reconocidos ellos mismos, y encontrar soluciones conjuntas a los problemas comunes.
Esta es una estrategia que muchos centros aplican en cursos de infantil y primaria, pero curiosamente es cada vez menos frecuente a medida que los estudiantes crecen. En realidad, no hay ninguna razón para no aplicarla también en ciclos de ESO y de bachillerato, siendo además una muy buena manera de educar para la democracia y de aprender a escuchar otras opiniones.
HABLAR DE LAS EMOCIONES:
La autoconsciencia es uno de los pilares básicos de la inteligencia emocional. Uno de los grandes problemas al que se enfrentan los niños y adolescentes es la incapacidad de reconocer sus propios sentimientos. Por ello es importante hablar de ellos desde bien temprano, para que los niños puedan apreciar las diferentes emociones que viven y ponerles nombre. Entre las numerosas actividades que se pueden hacer para trabajar los sentimientos, una opción interesante es proponerles ilustrar, sea mediante un dibujo o mediante un escrito, algunos de estos sentimientos.
TRABAJAR MEDIANTE LA LITERATURA:
Los libros son una de las mejores maneras de trabajar la inteligencia emocional. Abordar la literatura desde las motivaciones y los sentimientos de los personajes ofrece el contexto ideal para una autorreflexión y también para bonitos debates en clase.
ROL-PLAYING Y TEATRO:
La interpretación es siempre una buena manera de llevar a los alumnos a ponerse en la piel de otra persona. Ofrecer optativas de teatro o plantearlo incluso como un proyecto para toda la clase es una excelente vía para poner foco, y por lo tanto entender mejor, sentimientos por variados y complejos que sean.
ANIMARLOS A ESCRIBIR UN DIARIO:
Escribir un diario es un valioso ejercicio de autodescubrimiento y solo requiere de libreta, boli y un espacio de intimidad. Podemos preguntar a los alumnos cómo se sintieron en una determinada circunstancia, y si su sentimiento les ayudó en sus propósitos o fue más bien un obstáculo a superar, y que reflexionen sobre cómo podrían gestionar situaciones similares en el futuro.
TRABAJAR LA PROPIA INTELIGENCIA EMOCIONAL DEL DOCENTE:
Ser docente no siempre es fácil y menos en la era Covid que nos ha tocado transitar. En un aula se experimenta un abanico muy amplio de emociones, tanto positivas como negativas y gestionarlas a distancia puede complicar todavía más la cohesión del grupo.
Siempre es una buena idea impulsar entre el propio profesorado talleres de inteligencia emocional, a fin de que los docentes puedan conocer de primera mano estrategias que después pueden usar y transmitir en sus clases.
PRACTICAR LA EVALUACIÓN ENTRE IGUALES:
Ser receptivos a la valoración de los demás miembros del grupo es una muy buena manera de mejorar la autoconsciencia. Así conseguimos ser más receptivos a las críticas al mismo tiempo que aprendemos a formular opiniones sobre los demás de manera más diplomática y constructiva.
Es una metodología que los demás nos hacen de espejo para tener otra perspectiva de nosotros mismos.