El enfoque del aprendizaje desde la emoción permite rescatar la atención y el placer de aprender, descubrir nuevas herramientas, interpelar a maestros y transformar el proceso de enseñanza.
Ni académico ni emocional, ¿qué sucede entre ambos aprendizajes?
El aprendizaje desde la emoción y el académico han vivido descoordinadamente dentro de un mismo sistema cognitivo a lo largo de la historia. Desde el impulso romántico o la desconfianza platónica, la relación entre pensar y sentir ha sido cambiante: acercándose, alejándose o siendo la misma cosa.
La ciencia afirma que somos racionales y emocionales a la vez y pone en relieve la dimensión emocional como elemento imprescindible para consolidar los conocimientos.
Herramientas para estimular el aprendizaje desde la emoción
Para lograr un aprendizaje más efectivo y sólido a largo plazo, no solo necesitamos potenciar la enseñanza desde la emoción, sino también fomentar el bienestar emocional. ¿Cómo lo conseguimos?
Hay diferentes disciplinas, recursos y herramientas que nos ayudan en este sentido:
El movimiento: la dopamina, hormona que segregamos al hacer deporte, es uno de los neurotransmisores del cerebro y no solo está relacionado con la sensación de placer. También es clave en la regulación del aprendizaje y la memoria. Sin ella no sentiríamos ni curiosidad ni motivación. Por lo tanto, ¡no dudes en favorecer el movimiento en clase!
Las artes: refuerzan el desarrollo cerebral en el ámbito sensorial, motor, emocional y cognitivo. El dibujo, permite a los niños y niñas a conectar con su mundo interior y expresarlo. Lo mismo pasa con la música o el teatro.
Actividades en grupo: somos seres sociales y nuestro cerebro hace que el aprendizaje desde la emoción sea más efectivo con los otros que autónomamente. Así, cualquier actividad que implique interacción y cooperación ayuda a activar las regiones emocionales determinantes por el aprendizaje.
El aprendizaje cooperativo es clave para el desarrollo personal:
La toma de decisiones: A medida que experimentamos las emociones vamos produciendo una autoconciencia con la información que nos ha proporcionado la emoción a lo largo de los años. De este modo, la autoconciencia hace valorar y plantear mejor las posibilidades o consecuencias de tomar una decisión.
La empatía y la expresión: Trabajar desde las emociones considera la sensación grupal, de igualdad y de empatía con el otro y a la vez permite la expresión individual.
La memoria: ejercitarla es fundamental para conseguir aprendizaje sólido y completo. La emoción potencia un aprendizaje acumulativo, relacional y nos informa de nuestro estado mental. Por eso, dar espacio a pensar las propias emociones y plantearse lo aprendido, así como cómo aplicarlo a otros contextos, estimula el recuerdo.
La motivación y la atención: No centrarse solo en la capacidad de saber o poder hacer algo, sino en tener la voluntad de realizarlo es emoción. La atención es limitada y el humor, las historias y las actividades lúdicas activan el reconocimiento, la implicación y la curiosidad.
Facilitar el aprendizaje desde la emoción es uno de los retos que todos los profesionales involucrados con la docencia deberíamos fijarnos para construir juntos una sociedad más sabia y más sana.